Al recorrer las diversas carreteras de esta extensa Antioquia, una colcha de retazos de diversos colores, acompaña y alegra el recorrido.
El verde es el principal color.
Amarillos, morados, rojos, todos colores vivos, representan que aún en esta época de globalización y “progreso”, prevalece una forma de vida campesina que ya cansada de la violencia, el desplazamiento y los abusos, retorna a sus tierras para comenzar de nuevo.
El Oriente antioqueño ha sido protagonista de ese retorno, es una de las regiones que más ha sufrido de las consecuencias de la violencia y cada uno de sus municipios está desarrollando estrategias para poder garantizar una vida digna a sus nativos.
A 75 kilómetros de la ciudad de Medellín se encuentra el municipio de Concepción, o La Concha, como coloquialmente se le conoce. Este pueblo posee una extensión de 167 kilómetros cuadrados, limita en el norte con los municipios de Barbosa y Santo Domingo, por el este con Alejandría, por el sur con El Peñol y San Vicente, y por el oeste con Barbosa.
Inicialmente este territorio estaba ocupado por indígenas tahamíes y caribes y al descubrir que entre sus montañas había oro, llegaron pobladores colonos sobretodo de Santa Fe de Antioquia hace 300 años, para aprovechar las minas y asentarse en el lugar. Hoy se conoce como Concepción, la nombraron Real de Minas de la Inmaculada Concepción y con el tiempo el nombre se transformado de tal manera, que en terminales de trasporte solo le entienden si dice que va para La Concha.
Uno de los personajes más representativos que llegaron, era el capitán español Diego Fernández de Barbosa, por quien más adelante se le atribuiría al lugar el nombre de Hatillo de Barbosa o Potrero de Barbosa. Nombres que en la actualidad, comparten algunas localidades vecinas. Otra de las particularidades que tiene la historia de Concepción, y que va a ser determinante en el nacimiento y desarrollo de su identidad, es que dentro de esos colonos había muchos devotos de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Va a ser en honor a ella que van a nombrar algunas de las minas y más adelante, al pueblo como tal.
Llegar
Una brisa suave es la encargada de dar la bienvenida cuando al llegar, uno se enfrenta con un pueblo impecable y tranquilo. El sonido de los pájaros y la sensación de respirar un aire diferente al de la ciudad, es clave para olvidar el trayecto de casi de dos horas por la carretera destapada.
Pero Concepción tiene varios problemas. El acceso al pueblo es grave y aunque se han mandando peticiones a la Gobernación para mejorar y pavimentar la carretera Medellín-Concepción, este es un tema algo utópico del que la gente prefiere no hablar demasiado, ya sea por temor a lo que representaría tener que fortalecerse en turismo, o por la tristeza que les da saber que no son una prioridad para el departamento de Antioquia.
“La pavimentación de las carreteras que nos unen a Medellín por San Vicente y por Barbosa, han sido un anhelo de nuestro pueblo que siempre se ha visto frustrado por la desidia de los anteriores gobernadores”, expresa José Toblas Salazar, periodista del periódico La Concha.
El camino es intransitable y en invierno empeora dejando al pueblo incomunicado. Lo que se pide en la actualidad es que la carretera sea ampliada y pavimentada, de manera que pueda transitarse con tranquilidad y no se afecte ni el transporte, ni las comunicaciones.
“Esta petición ha quedado en el vacío hasta este momento. Las administraciones pasadas siempre nos han prometido solución al problema, pero se han olvidado pronto de nuestra evidente y urgente necesidad”, finaliza el periodista.
En teoría viven 4.500 habitantes en La Concha. Personas tímidas pero al mismo tiempo amables que no tienen ningún reparo en prestar algún servicio a quienes llegan. Una de las impresiones al llegar, es la evidente falta de carros, adultos, niños y de jóvenes, menos.
Como si fuera poco, este municipio cuenta con hermosos paisajes, la plaza colonial más linda del Oriente antioqueno e historias populares que tanto añoramos los paisas; pero por las actuales vías no se puede pensar en turismo, ni en comercio, ni en desarrollo económico o social.
A la plaza la compone una arquitectura colonial que desde 1771 prevalece y logra mimetizarse de tal manera, que uno cree estar en un sueño. Casas de techos altos y balcones anchos de todos los colores, es la continuación a la relajación visual.
Hay muy buenos recuerdos de la gente y por un momento, tanto por la topografía, como por la manera en la que hablan de su pueblo, podría compararse ese paisaje y sus habitantes con la película y los personajes de “Qué verde era mi valle”, de John Ford. Es un ambiente placido, sin duda un lugar para tener hijos. Pero desafortunadamente el problema además de las vías, es que en la actualidad tienen un grave problema social con los niños y jóvenes.
“Desde hace cinco años se está viendo mucha droga. No hay voluntad de las autoridades para brindarles oportunidades a los jóvenes y actividades a los niños. La mayoría de la gente que vive aquí, no tiene el dinero suficiente para enviar a los muchachos a estudiar a Medellín cuando terminan el bachillerato y esto produce demasiado tiempo libre”, opina Gabriela Zuluaga, habitante de La Concha.
Aunque la mayoría de la población la componen viejos de sombrero y pocho o señoras bajitas y recatadas, de vez en cuando un niño o una joven pasa y rompe con la cotidianidad. Lo que da mucho qué pensar, es que debido a la falta de espacios y actividades culturales y educativas, tanto niños como jóvenes desarrollan oficios y actividades de adultos. El problema no es de infraestructura, todas las veredas tienen escuelas; las dificultades se evidencian en los pocos proyectos que hay para los jóvenes con el agro, haciendo que estos ya no quieren estar o trabajar el campo.
“Ahora estudio, tengo 15 años y estoy en octavo. En mis tiempos libres me dedico a la minería en Catea, pero hay muchos amigos míos que están metidos con droga y están empezando a robar en las casas para poder consumir, Ese fue un regalo que nos dejaron los paramilitares”, expresa Gabriel Valencia, joven del pueblo.
Debido a la situación de violencia inicialmente con la guerrilla y después con los paramilitares, la dinámica social de Concepción es compleja y aún no se recupera. Cuando las masacres empezaron había 7.500 personas viviendo en el pueblo. Ahora, entre los que permanecieron y han ido llegando con la esperanza de establecerse y comenzar una nueva vida, hay alrededor de 4.500 habitantes.
“El conflicto aquí tuvo varias particularidades; en la etapa final a la gente le tocó sobrevivir al bloque Metro, el Cacique Nutibara y Héroes de Granada. Cada uno de esos bloques paramilitares tuvo incidencia en las masacres, desplazamiento y el conflicto”, comenta Haicer Orozco, Personero de Concepción.
Sin embargo, según el Personero, en Concepción no se dio despojo de tierras; los casos de desplazamiento fueron aislados y ninguno de los procesos de violencia es comparable con otros lugares del departamento, como San Carlos, San Luis o Granada.
Las razones que más pesan para el retorno, son la tranquilidad, el silencio, los paisajes, la arquitectura colonial, los ríos y volver al terruño. Las personas se están devolviendo por que creen que es un buen lugar para estar tranquilos.
Parece mentira que todavía existan lugares donde el tiempo parece detenerse. Pero al no tener una buena oferta de empleo, la gente trabaja y vive con las “uñas” y los borrachos, recostados en las calles evidencian un problema social al que hay que ponerle atención.
La poca producción es para suplir la alimentación básica, lo que sobra va a las tiendas del pueblo; la otra posibilidad de trabajo sería la minería y la elaboración de textiles, pero todos estos son empleos informales que no generan mayores ingresos.
Concepción todavía es un pueblo conservador en sus tradiciones y liberal en su política, donde además se le teme al turista y se le considera el peor de los depredadores. Sus habitantes esperan que al problema de los jóvenes y a las carreteras se le preste atención y que a más tardar este año, las dinámicas empiecen a cambiar para mejorar.
“Como pintor, yo decidí regresar por la tranquilidad y porque vivir en un pueblo es más económico, sobretodo ahora que tengo una niña; pero Concepción tiene muchos problemas ahora, y en mi caso, no es que no esté de acuerdo con fortalecer el turismo, pero opino que primero debería desarrollarse una cultura turística para la población, y después sí pensar en arreglar las carreteras”, finaliza Rafael García, artista y habitante del La Concha.